Domingo, 24 de Octubre de 2010.
A veces hay que rendirse ante lo que no tiene sentido.
Si la semana pasada hablábamos de los goces de los montañeros y de que no siempre se dan todos al tiempo, esta vez tenemos que decir que, en nuestro intento de recorrer las cumbres de los Picones de Sopeña, el único disfrute que nos ha quedado ha sido el de la camaradería y buen ambiente entre nosotros. La adversidad pudo con nosotros y tuvimos que desistir después de haber, quizá, superado lo más costoso: alcanzar la línea de cumbre. Pero no había razones suficientes para seguir sufriendo y decidimos volver sobre nuestros pasos y dejar el intento para otra ocasión.
La cosa es que el día parecía presentarse sereno, nublado pero sereno. Sin embargo, a una media hora de caminar, empezaron a caer unas gotas. Pero, como el ambiente parecía bastante seco, pensamos que podía ser un pequeño chaparrón. Habíamos cogido un camino que parte unos cien metros más debajo de La Concha, bajando a la izquierda. Y seguimos. Pero poco a poco las nubes fueron metiéndose por el valle y, aunque no llegó a haber niebla, la lluvia fue cada vez más persistente, hasta el punto que, claramente, no presentaba visos de escampar. No obstante, seguimos hasta alcanzar la línea de cumbre, en el collado entre el Alto de Cerro Crespo y la Bayorga Honda. Aquí el panorama cambió. El aire nos soplaba desde el valle del Pisueña, la lluvia nos venía de lado. Y así la íbamos a tener todo el trayecto, por las cumbres, sin abrigo alguno. Y decidimos no continuar.
Volvimos sobre nuestros pasos, buscando alguna cabaña abierta para poder asubiar un poco y comer. Ya para entonces estábamos empapados. De agua y de buen humor. Y apuntamos la ruta de los Picones de Sopeña en el debe de nuestra lista, dejándola para otra ocasión.
Con todo, salvamos un desnivel de 450 mts. en subida continua que, de haber podido seguir, representaría la parte más costosa del recorrido previsto.
Esta es la localización de la zona
Y este el esquema de nuestro recorrido
A veces hay que rendirse ante lo que no tiene sentido.
Si la semana pasada hablábamos de los goces de los montañeros y de que no siempre se dan todos al tiempo, esta vez tenemos que decir que, en nuestro intento de recorrer las cumbres de los Picones de Sopeña, el único disfrute que nos ha quedado ha sido el de la camaradería y buen ambiente entre nosotros. La adversidad pudo con nosotros y tuvimos que desistir después de haber, quizá, superado lo más costoso: alcanzar la línea de cumbre. Pero no había razones suficientes para seguir sufriendo y decidimos volver sobre nuestros pasos y dejar el intento para otra ocasión.
La cosa es que el día parecía presentarse sereno, nublado pero sereno. Sin embargo, a una media hora de caminar, empezaron a caer unas gotas. Pero, como el ambiente parecía bastante seco, pensamos que podía ser un pequeño chaparrón. Habíamos cogido un camino que parte unos cien metros más debajo de La Concha, bajando a la izquierda. Y seguimos. Pero poco a poco las nubes fueron metiéndose por el valle y, aunque no llegó a haber niebla, la lluvia fue cada vez más persistente, hasta el punto que, claramente, no presentaba visos de escampar. No obstante, seguimos hasta alcanzar la línea de cumbre, en el collado entre el Alto de Cerro Crespo y la Bayorga Honda. Aquí el panorama cambió. El aire nos soplaba desde el valle del Pisueña, la lluvia nos venía de lado. Y así la íbamos a tener todo el trayecto, por las cumbres, sin abrigo alguno. Y decidimos no continuar.
Volvimos sobre nuestros pasos, buscando alguna cabaña abierta para poder asubiar un poco y comer. Ya para entonces estábamos empapados. De agua y de buen humor. Y apuntamos la ruta de los Picones de Sopeña en el debe de nuestra lista, dejándola para otra ocasión.
Con todo, salvamos un desnivel de 450 mts. en subida continua que, de haber podido seguir, representaría la parte más costosa del recorrido previsto.
Esta es la localización de la zona
Y este el esquema de nuestro recorrido
Fotos hay pocas.
Esta es una vista, desde la vertiente del Pisueña, tomada en otra ocasión, y que da una idea de lo que hubiera sido nuestra marcha, de haber acompañado el tiempo.
El día se presentaba tranquilo y propicio y nos preparamos animosamente
Al otro lado del Miera, las cumbres se veían serenas
Acometemos las primeras rampas con las espaldas bien guardadas por La Maza y otros altos
La primera gota empaña el objetivo
Un reagrupamiento y el comentario obligado sobre la lluvia que empezaba
El contraste con el paisaje de la otra vertiente
Todavía no llueve como para asubiar y comemos un poco, cuando empiezan las primeras dudas
Reanudada la marcha, el agua empieza a ser cosa seria
Subidas y bajadas que no resultarían duras si el tiempo acompañara mínimamente
Un alto y asamblea. Decidimos volver sobre nuestros pasos
Bajamos muy rápido pero nadie se queda atrás
Asubiar para comer rápido porque la mojadura no nos permite entretenernos
Ansiosos queremos llegar a los coches, buscando ropa seca.
Apuntamos esta marcha en el debe porque nos ha quedado un mal sabor de boca.