Domingo, 15 de Enero de 2012.
Primera incursión por el Valle de Lamasón.
Teníamos curiosidad. Y quedamos sorprendidos.
En primer lugar por la belleza del Río Tanea, a pesar de que, por la ausencia de grandes nevadas habida hasta ahora, el río no baje rico en caudal. Por otra parte, los telones de fondo de los Picos de Ozalba, el Macizo de Arria y la Sierra de Peña Sagra delimitan el Valle de manera precisa y fenomenal.
Cuando bajamos del Collado de Ozalba y llegamos a Quintanilla, a la misma entrada del pueblo hay un puente sobre el Tanea. Nada más pasar el puente, a la izquierda arranca una estrecha carretera que discurre paralela al río, por su orilla izquierda. Poco después de un kilómetro, a la izquierda, nace un ramal que desciende al río y que desemboca en otro puente sobre el Tanea por el que pasamos a la otra vertiente, y desde donde parte una pista que, a base de vueltas y revueltas, va cogiendo altura.
Llegados a la parte alta del cordal, y antes de que la pista se encuentre con otra que sube por la vertiente contraria, nos salimos de ella y, girando a la izquierda, campo a través, nos dirigimos hacia La Branilla, el punto más alto de nuestro recorrido.
A partir de aquí, y por monte abierto, llano y limpio, caminamos cómodamente, por las cumbres, hasta llegar a una gran finca cerrada, con su correspondiente cuadra, que atravesamos, para recorrer el Prao Corona, una amplia zona, salpicada de invernales, que va descendiendo suavemente hasta asomarse sobre el río y situarnos enfrente de Quintanilla, en primer término, y Sobrelapeña detrás.
Desde el borde de estas fincas buscamos la bajada, zigzagueando, hasta llegar a un gran caserío, junto al que paramos para comer y descansar.
Seguidamente, tomando un camino que parte desde esa construcción, seguimos descendiendo, hasta que el camino desaparece y atravesamos una zona de reciente plantación forestal hasta toparnos con un barranco, que corta perpendicularmente la ladera, hasta precipitar sus aguas en el Tanea. Llevábamos la idea de que se podía seguir el curso del barranco, pero, sobre el terreno, vimos que no era posible, por lo abrupto del terreno y lo brusco de su pendiente.
Atravesamos el barranco y “buscando las vueltas” a la ladera, llegamos al fondo del cauce del Tanea, cerca del puente en que habíamos iniciado la marcha, cerrando, así, nuestro circuito.
El recorrido cubre alrededor de diez kilómetros, salvando un desnivel de unos 550 mts.
Primera incursión por el Valle de Lamasón.
Teníamos curiosidad. Y quedamos sorprendidos.
En primer lugar por la belleza del Río Tanea, a pesar de que, por la ausencia de grandes nevadas habida hasta ahora, el río no baje rico en caudal. Por otra parte, los telones de fondo de los Picos de Ozalba, el Macizo de Arria y la Sierra de Peña Sagra delimitan el Valle de manera precisa y fenomenal.
Cuando bajamos del Collado de Ozalba y llegamos a Quintanilla, a la misma entrada del pueblo hay un puente sobre el Tanea. Nada más pasar el puente, a la izquierda arranca una estrecha carretera que discurre paralela al río, por su orilla izquierda. Poco después de un kilómetro, a la izquierda, nace un ramal que desciende al río y que desemboca en otro puente sobre el Tanea por el que pasamos a la otra vertiente, y desde donde parte una pista que, a base de vueltas y revueltas, va cogiendo altura.
Llegados a la parte alta del cordal, y antes de que la pista se encuentre con otra que sube por la vertiente contraria, nos salimos de ella y, girando a la izquierda, campo a través, nos dirigimos hacia La Branilla, el punto más alto de nuestro recorrido.
A partir de aquí, y por monte abierto, llano y limpio, caminamos cómodamente, por las cumbres, hasta llegar a una gran finca cerrada, con su correspondiente cuadra, que atravesamos, para recorrer el Prao Corona, una amplia zona, salpicada de invernales, que va descendiendo suavemente hasta asomarse sobre el río y situarnos enfrente de Quintanilla, en primer término, y Sobrelapeña detrás.
Desde el borde de estas fincas buscamos la bajada, zigzagueando, hasta llegar a un gran caserío, junto al que paramos para comer y descansar.
Seguidamente, tomando un camino que parte desde esa construcción, seguimos descendiendo, hasta que el camino desaparece y atravesamos una zona de reciente plantación forestal hasta toparnos con un barranco, que corta perpendicularmente la ladera, hasta precipitar sus aguas en el Tanea. Llevábamos la idea de que se podía seguir el curso del barranco, pero, sobre el terreno, vimos que no era posible, por lo abrupto del terreno y lo brusco de su pendiente.
Atravesamos el barranco y “buscando las vueltas” a la ladera, llegamos al fondo del cauce del Tanea, cerca del puente en que habíamos iniciado la marcha, cerrando, así, nuestro circuito.
El recorrido cubre alrededor de diez kilómetros, salvando un desnivel de unos 550 mts.
Esta es la localización de la zona
Y este el esquema de nuestro recorrido
El puente de nuestra partida
El Tanea, mirando curso arriba, desde el puente
En los primeros tramos, la pista alterna partes llanas con otras relativamente pendientes
En la segunda parte, la pista se tiende bastante y caminar por ella resulta especialmente cómoda
En la parte alta, abandonamos la pista y seguimos por un piso mullido y de ligera pendiente
Enseguida avistamos La Branilla, el punto más alto de nuestro recorrido
¡Foto denuncia! El punto geodésico brutalmente destruido. ¿Habrá sido un rayo?
Que conste que ya estaba roto antes de sacarnos esta foto
Continuamos, distendidamente, porque todo el campo es sendero
Giramos a la izquierda, nos adentramos en una gran finca, pastada por yeguas
Es el Prao Corona, salpicado de invernales
Descendemos, poco a poco, por esta parte de la finca, segada a máquina, como se ve
Llegados al límite del Prao, tenemos que buscar la bajada, por terreno mucho más pendiente
A veces, aprovechando caminos existentes con tal de que no nos alejan demasiado de nuestro destino
Nos paramos para admirar el paredón de los Picos de Ozalba
Y el encrespado Macizo de Arria con el Gamonal en lo más alto
Junto a esta sólida y amplia construcción, vigilada por su hermoso cerezo, paramos a descansar
Junto a la cuadra, parte un camino que se nos ofrece atractivo
Hasta que nos topamos con un barranco
Por el que intentamos descender, pero lo abrupto del terreno nos hace desistir de ello
Una vez abajo, y desde la otra orilla, constatamos que las interpretaciones de los mapas pueden ser engañosas. El barranco muestra, desde aquí, su verdadera dificultad.