Salimos de Torrelavega con lluvia, pero con la esperanza de que arriba el tiempo fuese distinto. Y, efectivamente, en Polientes ya no llovía y se prometía un día aceptable, aunque no muy seguro.
La marcha (es la tercera vez que la hacemos) es muy agradecida. Buen sendero, ascensión suave, prácticamente toda por un bosque exuberante en esta época del año. Una borrachera de verdes tonalidades.
Comienza a un kilómetro y medio desde la curva que da entrada a Riopanero. Hay que dejar los coches en un aparcamiento que han hecho nuevo y pasar una portilla. Desde aquí, por pista, llegamos hasta la Caseta de la Corva y, aquí mismo comienza el bosque, uno de los robledales más importantes del Norte de la península.
El camino-pista discurre inicialmente a la derecha del río Hijedo, pasando, después, una y otra vez, a ambos lados, por vados fáciles de atravesar en esta época del año. En un momento se ve cerrado por una portilla-cadena (que pasamos por encima) que separa Cantabria de la provincia de Burgos, adentrándonos, desde ese punto, en esta provincia. En un momento salimos a cielo abierto para encontrarnos con una pista que viene desde Santa Gadea de Alfoz, a la izquierda de Peña Rota. En el cruce la abandonamos para, adentrándonos nuevamente en el bosque, seguir una senda que nos llevará hasta la Cabaña de Hijedo. En ese cruce hemos dado un giro de casi ciento ochenta grados, pero con ello conseguimos que la ascensión sea mucho más tendida.
No dejamos pasar de largo el único mirador que permite contemplar el bosque, desde lo alto, en toda su extensión y grandiosidad. Llegar a la braña donde está “la cabaña” siempre sorprende a quienes lo hacen por primera vez, porque la construcción no tiene nada de cabaña, sino que es una construcción señorial situada en un lugar impropio dadas sus características.
El descenso lo hacemos por camino distinto que parte de la misma cabaña y que está debidamente señalizado. Todo el camino esta muy señalizado, por lo que no hay pérdida. Por este camino acortaremos el recorrido unos dos kilómetros y medio, porque la bajada es más brusca, pero no demasiado. Enseguida nos encontraremos con el camino de subida, por el que completaremos el circuito, bajando en sentido contrario y cerrando el lazo.
Otra alternativa es, desde ese punto de encuentro de los dos caminos, subir por este último, más corto, pero más pendiente.
La distancia total a recorrer, por el camino más largo es de unos quince kilómetros, salvando un desnivel de unos doscientos metros.
La marcha (es la tercera vez que la hacemos) es muy agradecida. Buen sendero, ascensión suave, prácticamente toda por un bosque exuberante en esta época del año. Una borrachera de verdes tonalidades.
Comienza a un kilómetro y medio desde la curva que da entrada a Riopanero. Hay que dejar los coches en un aparcamiento que han hecho nuevo y pasar una portilla. Desde aquí, por pista, llegamos hasta la Caseta de la Corva y, aquí mismo comienza el bosque, uno de los robledales más importantes del Norte de la península.
El camino-pista discurre inicialmente a la derecha del río Hijedo, pasando, después, una y otra vez, a ambos lados, por vados fáciles de atravesar en esta época del año. En un momento se ve cerrado por una portilla-cadena (que pasamos por encima) que separa Cantabria de la provincia de Burgos, adentrándonos, desde ese punto, en esta provincia. En un momento salimos a cielo abierto para encontrarnos con una pista que viene desde Santa Gadea de Alfoz, a la izquierda de Peña Rota. En el cruce la abandonamos para, adentrándonos nuevamente en el bosque, seguir una senda que nos llevará hasta la Cabaña de Hijedo. En ese cruce hemos dado un giro de casi ciento ochenta grados, pero con ello conseguimos que la ascensión sea mucho más tendida.
No dejamos pasar de largo el único mirador que permite contemplar el bosque, desde lo alto, en toda su extensión y grandiosidad. Llegar a la braña donde está “la cabaña” siempre sorprende a quienes lo hacen por primera vez, porque la construcción no tiene nada de cabaña, sino que es una construcción señorial situada en un lugar impropio dadas sus características.
El descenso lo hacemos por camino distinto que parte de la misma cabaña y que está debidamente señalizado. Todo el camino esta muy señalizado, por lo que no hay pérdida. Por este camino acortaremos el recorrido unos dos kilómetros y medio, porque la bajada es más brusca, pero no demasiado. Enseguida nos encontraremos con el camino de subida, por el que completaremos el circuito, bajando en sentido contrario y cerrando el lazo.
Otra alternativa es, desde ese punto de encuentro de los dos caminos, subir por este último, más corto, pero más pendiente.
La distancia total a recorrer, por el camino más largo es de unos quince kilómetros, salvando un desnivel de unos doscientos metros.
Esta es la localización de la zona
Y este el esquema de nuestro recorrido
Partimos del aparcamiento, abriendo la portilla
La Caseta de La Corva nos da paso al bosque
Durante un buen trecho llevamos el río a la izquierda
Postales como ésta nos encontraremos a montones
La única bifurcación que puede hacernos dudar. Cogemos el camino de la izquierda
El río juguetea con el camino, obligándonos a vadear varias veces
La cadena en la raya que separa Cantabria de la provincia de Burgos
Repostamos en el punto donde se juntan las dos alternativas: la suave y la pindia, la larga y la corta
La larga, pero suave
La corta y más pindia
Entre arroyos y regatos, seguimos con nuestros vados
Un breve tramo a cielo abierto para adentrarnos de nuevo en el bosque
Al fondo, las arcaicas rocas de Peña Rota
La longevidad de este tejo hace joven a todo el que se le acerca
Indica el mejor sitio desde el que se puede contemplar el bosque desde lo alto
La grandiosidad de esta auténtica selva atlántica invita al silencio y la contemplación
Las altas paredes de la "Cabaña" de Hijedo ofrecen rincones para comer tranquilamente al socaire
Cuatro gotas nos alarman y levantamos rápido el campamento, sin olvidar la foto de rigor
Bajamos por sendero más estrecho, pero en medio del mismo paisaje
Señales como esta abundan por todo el recorrido
Los mismos vados, en sentido contrario, ya nos son familiares
Por donde entramos salimos, ahora con paso más reposado
Las últimas charlas indican que no queremos partir
Pero partimos. Y, ¡hasta otra!