Domingo, 19 de Septiembre de 2010
Difícilmente se podrá encontrar un día mejor para llevar a cabo esta marcha. Sol radiante todo el día, pero sin apretar el calor, ya que todo el camino estuvimos acompañados por una agradable brisa. No obstante, el exceso de luz también cansa. Y, sumado a la longitud del recorrido y el desnivel a salvar, tanto de subida como de bajada, hizo que la marcha resultase dura, evidenciando que, salvadas las individualidades, el grupo, como tal, tiene sus limitaciones y es posible que marchas como estas nos digan cuáles son los límites de nuestras capacidades. De cualquier manera, nos esforzamos para afrontar, cada vez, mayores retos.
Partimos desde el Puerto de San Glorio, agradeciendo haber madrugado, ya que el frescor de la mañana y las primeras luces del día invitaban a caminar y a hacerlo ligeros. Cogemos las rodadas que se adentran en la Vega de Tama (o Tarna), hasta llegar a la altura de un bebedero, donde empezamos a zigzaguear, por la ladera Norte de Los Campanarios, siempre buscando su extremo Este, El Portillo de Las Yeguas, el cual ascendemos casi hasta el final, girando hacia la derecha, por una hendidura cercana a la cumbre.
Superada esta dificultad, nos dirigimos hacia el Alto del Naranco (o Robadoiro), el cual rodeamos por la derecha para llegar al Collado de Robadoiro, desde el que afrontamos la subida al Cubil del Can.
Esta ascensión, aparte de su dureza, presenta alguna dificultad, al final, en que hay que trepar un poco, sea cual sea la alternativa que se escoja. El grupo optó por las dos. Parte trepó por el paso señalado y parte escogió una canaleta, a la izquierda, por considerarla más asequible
Toda la ascensión tiene dos platos fuertes, el tramo hasta el Portillo de las Yeguas citado y este alto del Cubil del Can.
Superadas estas dos dificultades, lo demás es sencillo, por camino marcado, debidamente señalizado, hasta llegar a la cumbre del Peña Prieta.
Una vez en la cumbre, además del tiempo necesario para el descanso, que agradecimos todos, disfrutar del paisaje, en un día como éste, era inevitable.
Para el descenso optamos por la vía que, antes de llegar al Cubil, en el sentido de regreso, baja hasta el fondo del Valle de Lechada. Se trata de una loma, en pendiente, salteada de pastizal, arbusto y pedriza, cómoda de andar, a veces, y no tan cómoda, otras. No obstante, el descenso es bastante brusco, kilómetro y medio, en línea recta, con un 30% de pendiente. El objetivo era alcanzar el Boquerón de Bobias que nos abriese el camino hasta la Vega del Naranco. Descender por el Boquerón, con la carga que llevábamos en las piernas, seguía acumulando dureza, pero el espectáculo de la Vega, con las luces de la tarde, nos hacía olvidar, por momentos, el cansancio que arrastrábamos. De la Vega, por el Portillo del Boquerón, llegamos nuevamente a la Vega de Tama, en un atardecer impresionante, y, de aquí, a los coches, para emprender el largo camino, por carretera, para volver a casa.
Se puede calcular una distancia total recorrida de 17 kilómetros con un desnivel de 1000 mts.
Difícilmente se podrá encontrar un día mejor para llevar a cabo esta marcha. Sol radiante todo el día, pero sin apretar el calor, ya que todo el camino estuvimos acompañados por una agradable brisa. No obstante, el exceso de luz también cansa. Y, sumado a la longitud del recorrido y el desnivel a salvar, tanto de subida como de bajada, hizo que la marcha resultase dura, evidenciando que, salvadas las individualidades, el grupo, como tal, tiene sus limitaciones y es posible que marchas como estas nos digan cuáles son los límites de nuestras capacidades. De cualquier manera, nos esforzamos para afrontar, cada vez, mayores retos.
Partimos desde el Puerto de San Glorio, agradeciendo haber madrugado, ya que el frescor de la mañana y las primeras luces del día invitaban a caminar y a hacerlo ligeros. Cogemos las rodadas que se adentran en la Vega de Tama (o Tarna), hasta llegar a la altura de un bebedero, donde empezamos a zigzaguear, por la ladera Norte de Los Campanarios, siempre buscando su extremo Este, El Portillo de Las Yeguas, el cual ascendemos casi hasta el final, girando hacia la derecha, por una hendidura cercana a la cumbre.
Superada esta dificultad, nos dirigimos hacia el Alto del Naranco (o Robadoiro), el cual rodeamos por la derecha para llegar al Collado de Robadoiro, desde el que afrontamos la subida al Cubil del Can.
Esta ascensión, aparte de su dureza, presenta alguna dificultad, al final, en que hay que trepar un poco, sea cual sea la alternativa que se escoja. El grupo optó por las dos. Parte trepó por el paso señalado y parte escogió una canaleta, a la izquierda, por considerarla más asequible
Toda la ascensión tiene dos platos fuertes, el tramo hasta el Portillo de las Yeguas citado y este alto del Cubil del Can.
Superadas estas dos dificultades, lo demás es sencillo, por camino marcado, debidamente señalizado, hasta llegar a la cumbre del Peña Prieta.
Una vez en la cumbre, además del tiempo necesario para el descanso, que agradecimos todos, disfrutar del paisaje, en un día como éste, era inevitable.
Para el descenso optamos por la vía que, antes de llegar al Cubil, en el sentido de regreso, baja hasta el fondo del Valle de Lechada. Se trata de una loma, en pendiente, salteada de pastizal, arbusto y pedriza, cómoda de andar, a veces, y no tan cómoda, otras. No obstante, el descenso es bastante brusco, kilómetro y medio, en línea recta, con un 30% de pendiente. El objetivo era alcanzar el Boquerón de Bobias que nos abriese el camino hasta la Vega del Naranco. Descender por el Boquerón, con la carga que llevábamos en las piernas, seguía acumulando dureza, pero el espectáculo de la Vega, con las luces de la tarde, nos hacía olvidar, por momentos, el cansancio que arrastrábamos. De la Vega, por el Portillo del Boquerón, llegamos nuevamente a la Vega de Tama, en un atardecer impresionante, y, de aquí, a los coches, para emprender el largo camino, por carretera, para volver a casa.
Se puede calcular una distancia total recorrida de 17 kilómetros con un desnivel de 1000 mts.
Esta es la localización de la zona
Y este el esquema de nuestro recorrido
La luz de la mañana invita a caminar ligeros. Al fondo, a la izquierda, el Portillo de las Yeguas
A la altura del bebedero comenzamos a ascender, zigzagueándo
A la altura del bebedero comenzamos a ascender, zigzagueándo
Por la ladera Norte de Los Campanarios
Los últimos tramos, a la sombra del Portillo de las Yeguas
Nuestras siluetas, como sombras chinescas, sobre la amplia vega de Tama
Al coger altura, emergen los Picos sobre el collado de Llesba
Última trepada, junto a la cumbre del Portillo
Pasado el Portillo, el camino, a media ladera, dirección Alto del Naranco
Rodeamos el Alto del Naranco por la derecha
Se nos muestra, por primera vez, La Vega del Naranco, por donde pasaremos, a la vuelta
Llegamos al Collado de Robadoiro
El Cubil del Can se nos muestra imponente y retador
Encaramos los primeros tramos, buscándole las vueltas a la peña
Las dos vías del final, a la derecha por los riscos, a la izquierda por una estrecha canaleta de grava
Los de delante, siguiendo las señales, por los riscos
Los de detrás, por la canaleta, ayudándose con las manos
Y todos atentos hasta que se culmine la operación
Hacia el Mojón de las Tres Provincias, el camino marcado es sencillo
Las Agujas de Cardaño, emergen, súbitamente, como de las entrañas de la Tierra
Al Este, nos asomamos a los plácidos Puertos de Río Frío
El tramos final resulta ser el más sencillo, pasando al pie del Infierno, el pico más alto de Palencia
Pero Curavacas impresiona más
Y, si no, el Espigüete
Y, también al pie, por la vertiente Sur, la Laguna de Fuentes Carrionas
Después de comer, y antes de partir, de regreso, el reflejo de nuestra satisfacción para el recuerdo
Antes de llegar, de vuelta, al Cubil, cortamos a la izquierda, bajando al valle de Lechada
Los picos de Las Lomas y Cuartas, cierran el valle, por la cabecera
Cautivados por el entorno y desarmados por el cansancio, unos piensan, otros dormitan, todos caemos
Pero pronto nos reponemos y, ansiosos, buscamos la Vega del Naranco, al fondo
El cansancio acumulado en las piernas hace que este último tramo de descenso nos machaque definitivamente
La iluminación de la Vega parece encenderse para darnos la bienvenida
La marcha continúa, sin respiro, , porque, muy a nuestro pesar, tenemos que volver a casa
El último "accidente" a salvar, antes de llegar, de nuevo a la Vega de Tama, el Portillo del Boquerón
La despedida parece un montaje
Sin una gran cámara y sin Photoshop, la Naturaleza nos despide con esta naturalidad impresionante