Sábado 16 de enero de 2009
Haga el tiempo que haga, hay que animarse, calzar las botas y coger la mochila.
El día, como otros muchos, en las últimas semanas, amanecía amenazante, con una clara lucha entre el viento Sur y los nubarrones del Norte. Pero, para andar, resultaba cómodo.
En principio, el itinerario estaba pensado para recorrer la cuenca del río Viaña. Pero, una investigación más detallada nos aconsejó variarlo, en parte. El río Viaña, descubierto y apreciado ya por los aficionados al barranquismo por lo abrupto de su discurrir, tiene pocos pasos, en su parte alta, para vadearlo sin dificultad. Y menos con la crecida con que bajan estos días todos los ríos de Cantabria. Por ello, decidimos realizar la primera parte del itinerario previsto, partiendo de Viaña y ascendiendo a la parte alta de la cuenca, y recorrer todo el cordal que la rodea, pero pasando a la cabecera del río Barcenillas y bajar a Lamiña, por una pista que ya conocíamos del circuito Lamiña-Cuetu la Horcá- La Nogalera-Lamiña.
El resultado fue una de las marchas más largas que hemos hecho, casi 23 kms., salvando un desnivel, en su primera parte, de 420 mts. y un 9,5% de pendiente media. Una vez cogido altura, todo es subir y bajar, por suaves pendientes y buen piso de pastos de puerto, hasta la bajada que es por pista.
La morfología de la zona es muy abrupta, lo que dificulta tener una visión exacta del sitio en que te encuentras en cada momento. Aunque la perspectiva a lo lejos, una vez en los altos, es amplia y permite distinguir los componentes del paisaje con claridad, en lo cercano, sin embargo, por lo angosto del terreno, no es tal. Al Viaña vierten muchos torrentes que discurren por profundas canales y que hacen que, si no vas bien documentado, pierdas la noción de en qué parte te encuentras, pues las canales, y los “morros” entre ellas, se suceden unas tras otras. A ello se sumó, en nuestro caso, la aparición de nieblas esporádicas que, unas veces nos envolvían y otras simplemente cubrían parte de nuestro recorrido, impidiéndonos ver si caminábamos en la dirección correcta. Ello hizo que, en algún momento, cogiéramos un camino equivocado y que pudimos corregir gracias a la información de un lugareño que transitaba por el mismo y que nos indicó la forma de recuperar la dirección perdida.
Hay una reflexión que es interesante hacer para los momentos en que la niebla hace su aparición. Cuando tienes unas referencias claras de por dónde tienes que ir, es mejor seguirlas, independientemente de que puedas ganar terreno atajando o salvando pendientes. En nuestro caso la mejor referencia era el estacado de división de aguas que abandonamos en algún momento y ello nos hizo titubear varias veces.
Nuestro itinerario comienza en el pueblo de Viaña. De él parte una pista, por la parte alta del pueblo que, zigzagueando, va cogiendo altura, hasta llegar al Alto de la Silla, al pie de Zarzamorosa. Hasta aquí la principal ascensión. A partir de aquí, todos son subidas y bajadas, por campos de pastos, en dirección Noreste, atravesando las lomas de El Asarejo, Mazarredonda, Fuente Porciles, hasta llegar al pie del Alto de Roiz, donde nos encontramos nuevamente con una pista que, en dirección Norte, se encamina hasta Ucieda.
Lo correcto, para nosotros, hubiera sido, a los pocos metros, abandonarla, para coger la divisoria de aguas con la cuenca del río Barcenillas y llegar hasta el Cuetu la Horcá, desde donde bajaríamos a Lamiña. Sin embargo, la falta de visibilidad y lo cómodo de la bajada hicieron que nos dejásemos llevar y, de no ser por la información del lugareño a que hacíamos referencia, nos hubiésemos plantado en Ucieda, algo lejos de nuestro punto de destino previsto. Y es que el Cuetu la Horcá es el punto en que se encuentran las cuencas del Viaña, la del Barcenillas y la del Bayones que pasa por Ucieda, de ahí que, con niebla de por medio, sea fácil confundirse.
Pero enmendamos el error, recuperamos nuestro itinerario y, a partir de La Horcá, por camino que ya conocíamos, todo fue apresurar algo el paso pues, aunque se empieza a notar que los días se alargan, calculábamos que llegaríamos a Lamiña de noche, como así fue.
Aclarar que para poder hacer este itinerario, contábamos con los coches necesarios para dejar uno en el punto de destino, con el que recoger los dejados en el de partida.
Haga el tiempo que haga, hay que animarse, calzar las botas y coger la mochila.
El día, como otros muchos, en las últimas semanas, amanecía amenazante, con una clara lucha entre el viento Sur y los nubarrones del Norte. Pero, para andar, resultaba cómodo.
En principio, el itinerario estaba pensado para recorrer la cuenca del río Viaña. Pero, una investigación más detallada nos aconsejó variarlo, en parte. El río Viaña, descubierto y apreciado ya por los aficionados al barranquismo por lo abrupto de su discurrir, tiene pocos pasos, en su parte alta, para vadearlo sin dificultad. Y menos con la crecida con que bajan estos días todos los ríos de Cantabria. Por ello, decidimos realizar la primera parte del itinerario previsto, partiendo de Viaña y ascendiendo a la parte alta de la cuenca, y recorrer todo el cordal que la rodea, pero pasando a la cabecera del río Barcenillas y bajar a Lamiña, por una pista que ya conocíamos del circuito Lamiña-Cuetu la Horcá- La Nogalera-Lamiña.
El resultado fue una de las marchas más largas que hemos hecho, casi 23 kms., salvando un desnivel, en su primera parte, de 420 mts. y un 9,5% de pendiente media. Una vez cogido altura, todo es subir y bajar, por suaves pendientes y buen piso de pastos de puerto, hasta la bajada que es por pista.
La morfología de la zona es muy abrupta, lo que dificulta tener una visión exacta del sitio en que te encuentras en cada momento. Aunque la perspectiva a lo lejos, una vez en los altos, es amplia y permite distinguir los componentes del paisaje con claridad, en lo cercano, sin embargo, por lo angosto del terreno, no es tal. Al Viaña vierten muchos torrentes que discurren por profundas canales y que hacen que, si no vas bien documentado, pierdas la noción de en qué parte te encuentras, pues las canales, y los “morros” entre ellas, se suceden unas tras otras. A ello se sumó, en nuestro caso, la aparición de nieblas esporádicas que, unas veces nos envolvían y otras simplemente cubrían parte de nuestro recorrido, impidiéndonos ver si caminábamos en la dirección correcta. Ello hizo que, en algún momento, cogiéramos un camino equivocado y que pudimos corregir gracias a la información de un lugareño que transitaba por el mismo y que nos indicó la forma de recuperar la dirección perdida.
Hay una reflexión que es interesante hacer para los momentos en que la niebla hace su aparición. Cuando tienes unas referencias claras de por dónde tienes que ir, es mejor seguirlas, independientemente de que puedas ganar terreno atajando o salvando pendientes. En nuestro caso la mejor referencia era el estacado de división de aguas que abandonamos en algún momento y ello nos hizo titubear varias veces.
Nuestro itinerario comienza en el pueblo de Viaña. De él parte una pista, por la parte alta del pueblo que, zigzagueando, va cogiendo altura, hasta llegar al Alto de la Silla, al pie de Zarzamorosa. Hasta aquí la principal ascensión. A partir de aquí, todos son subidas y bajadas, por campos de pastos, en dirección Noreste, atravesando las lomas de El Asarejo, Mazarredonda, Fuente Porciles, hasta llegar al pie del Alto de Roiz, donde nos encontramos nuevamente con una pista que, en dirección Norte, se encamina hasta Ucieda.
Lo correcto, para nosotros, hubiera sido, a los pocos metros, abandonarla, para coger la divisoria de aguas con la cuenca del río Barcenillas y llegar hasta el Cuetu la Horcá, desde donde bajaríamos a Lamiña. Sin embargo, la falta de visibilidad y lo cómodo de la bajada hicieron que nos dejásemos llevar y, de no ser por la información del lugareño a que hacíamos referencia, nos hubiésemos plantado en Ucieda, algo lejos de nuestro punto de destino previsto. Y es que el Cuetu la Horcá es el punto en que se encuentran las cuencas del Viaña, la del Barcenillas y la del Bayones que pasa por Ucieda, de ahí que, con niebla de por medio, sea fácil confundirse.
Pero enmendamos el error, recuperamos nuestro itinerario y, a partir de La Horcá, por camino que ya conocíamos, todo fue apresurar algo el paso pues, aunque se empieza a notar que los días se alargan, calculábamos que llegaríamos a Lamiña de noche, como así fue.
Aclarar que para poder hacer este itinerario, contábamos con los coches necesarios para dejar uno en el punto de destino, con el que recoger los dejados en el de partida.
Y esta la salida del pueblo
Preparándonos para partir
Los repechos más fuertes están al principio, el piso es de hormigón
Los recientes vendavales han dejado su huella
Toda la cuenca está rodeada de verdaderas paredes, como la que tenemos enfrente
Miramos atrás y vemos la subida que se retuerce, al principio, para ser más tendida después
Recompensas como esta vista las tenemos quienes calzamos las botas y cargamos con la mochila
A falta de socaire, cualquier sitio es bueno para reponer fuerzas
Samuel se resiste a abandonar a la yegua herida que, presumiblemente, ahí acabará sus días
Primera aparición de la niebla
Seguir la referencia del estacado es lo más seguro y cómodo
Donde hubo queda. Anduvimos cerca de los restos de nieve caída la semana pasada.
Aquí nace el río Viaña
Nuestras montañeras caminan con paso decidido
Llegamos a un punto clave: coger las pista a la izquierda y saberla abandonar enseguida
El agua helada provoca exclamaciones y risas
Se hacía tarde y no encontramos un sitio mejor para comer
Recuperando la senda perdida, en medio de la niebla, gracias a la información de un paisano
La Cabaña de Pandiucu. Nos contentamos con verla de lejos, pues el reloj apretaba
A partir de aquí, la niebla no se atrevió con nosotros, aunque nos vigiló de cerca
Una muestra de la abrupta cuenca, con nuestro itinerario de subida al fondo
Desde el Cuetu la Horcá a Lamiña el camino es conocido, pues lo hemos hecho recientemente, aunque en sentido contrario
La niebla busca resquicios por donde ascender a los altos
En llegando al refugio, bajamos de un tirón hasta Lamiña, donde acabó nuestro recorrido