Grupo de Senderismo del SUC.
Asociación federada a la Federación Cántabra de Montañismo y Escalada
Tlfno. 942893562
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Nota.

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lunes, 18 de julio de 2011

NUEVO INTENTO A LOS PICONES DE SOPEÑA

Domingo, 17 de julio de 2011.

Ni a la tercera.

A los Picones de Sopeña tendremos que ir por sorpresa, sin avisar. Cada vez que lo intentamos o llueve, o se cierra en niebla, o las dos cosas a la vez.

El domingo anterior lo habíamos intentado por segunda vez. Sobre todo la niebla nos impidió realizar la ruta, aunque no dejamos de intentarlo. Se trataba de hacer un circuito cerrado. Partir del Coteruteju, cumbrear los Picones, terminar en el Portillo de Oceju y volver, por la ladera Este, por los senderos que unen unas cabañas con otras, hasta encontrar un camino empedrado que, atravesando el hayedo, desemboca en una pista que va a parar un kilómetro al Norte del Coteruteju.

Este domingo lo hemos intentado de nuevo. El día se presentaba loco. Viento, negros nubarrones, pequeños claros esporádicos, niebla. De todo. 
Conseguimos iniciar el recorrido, subimos entre el Alto Crespo y La Bayorga Honda. Encimamos ésta y nos dirigimos al Alto de Sopeña, con sus tres cabezas. Apenas llegamos a la primera. Viento del Oeste y lluvia que, de haber seguido, nos hubiera acompañado todo el trayecto, dada la orientación que tiene el cordal de los Picones. En un toque de experiencia, optamos por adentrarnos en el bosque que, ladera abajo, por el Este, nos protegía del viento y el agua. No obstante acabamos empapados.

Decidimos, así, acortar el recorrido. 
Buscamos la última de las cabañas de esta ladera, la que da paso al camino empedrado que teníamos previsto seguir. En la cabaña comimos. Y un tanto mojados, emprendimos el camino de regreso, ahora ya sin lluvia, pero sin sol. Seguimos la pista que enlaza con el camino empedrado hasta llegar a la altura del Coteruteju, punto en que cortamos campo a través para, terminar el recorrido por la misma pista por la que habíamos llegado en coche.

Recorrimos unos siete kilómetros, salvando un desnivel de unos trescientos metros.

Esta es la localización de la zona

Y este el esquema de nuestro recorrido 



Esto fue el Domingo anterior

Y este el colmo de nuestra frustración ese día

En esta ocasión parecía que iba a ser distinto. Por lo menos pudimos empezar en la dirección correcta

El Valle del Pisueña ofrecía este aspecto, por debajo de ese "toldo" de nubes

Habíamos dejado atrás el Coteruteju y volvíamos la vista para contemplar cómo se lo engullía la niebla

Entre el Alto Crespo y la Bayorga buscamos la cumbre de ésta última, girando a la derecha

El terreno es muy accidentado, con contínuos hoyos y picachos. La Bayorga, con su antecumbre

A falta de espacio, nos acomodamos, como pudimos, para sacar esta instantánea

Enfrente teníamos el Alto de Sopeña, con sus tres cabezas

Al pie justo de la Bayorga nace el Río Pisueña que pudimos visitar no hace mucho

Por esa pequeña chimenea intentamos alcanzar la primera cabeza del Sopeña. Pero comenzó a llover y a levantarse un fuerte viento de costado

En una sabia decisión, optamos por adentrarnos en el bosque para guarecernos del viento, que no del agua

En vista de que las condiciones climatológicas no cambiaban, decidimos recortar nuestro recorrido, buscando el cielo abierto por la falda Este del cordal, para asomarnos al valle del Miera

Una vez en campo abierto, divisamos la última cabaña de este lado del monte, desde donde parte el empedraucu que nos devolverá al Coteruteju

Enfrente, Porracolina forcejeaba con la niebla y aprovechamos este momento para plasmarlo

Viendo el valle y La Concha soleados, albergamos la ilusión de secarnos al sol. Pero no fue así

Después de comer en la cabaña, tomamos el camino empedrado que atraviesa la parte baja del bosque

Sólo la paciencia del agua milenaria puede producir tal "destrozo" en la roca caliza

Un bonito y entretenido tramo para compensar lo inhóspito del día

Al salir del bosque Coteruteju nos espera a lo lejos

Por primera vez en el día contemplamos los Picones sin obstáculos

Instantánea representativa de lo que ha sido la jornada: cielo plomizo sobre nuestras cabezas

Con esta última mirada nos despedimos, jurando volver pero, eso sí, sin avisar