Domingo 22 de Abril de 2011.
Lo previsto era volver al Castro Valnera. Sin embargo, la climatología lo hizo imposible. En el Alto de las Estacas del Trueba, donde pensábamos dejar los coches, llovía y la niebla ocultaba las cumbres. Una cosa es mojarte cuando ya has empezado a caminar y otra mojarte desde antes.
Hicimos asamblea y decidimos continuar, hacia el Sur, camino de Espinosa de Los Monteros, convencidos de que, en esa dirección, íbamos a dejar, si no las nubes, sí la lluvia atrás, y poder hacer un poco de turismo.
En Espinosa, efectivamente, aunque nublado, no llovía y, nuevamente, en asamblea, aceptamos la propuesta de viajar un poco más (bastante) y dirigirnos al Parque Natural De Valderejo, a la garganta del Río Purón, entre los valles de San Zadormil y Tobalina. El viaje resultó un poco largo, pero por lo visto después, mereció la pena.
Partimos de Herrán. Una senda bien conservada y convenientemente indicada, va serpenteando, entre paredes rocosas cortadas a pico y angostos pasos, en algunos tramos, alternando con otros en que el paisaje se abre, ofreciendo amplias campas de chirivitas que, de haber habido sol, hubiesen ofrecido un verdadero espectáculo.
Después de unos siete kilómetros, el recorrido termina en Lalastra, un pueblecito del País Vasco, en un entrante de esta comunidad en la provincia burgalesa, de la que habíamos partido. En Lalastra hay un centro de interpretación (que estaba cerrado) y un estupendo espacio de ocio, perfectamente acondicionado.
Para llegar a Lalastra hemos pasado por diversos puntos, todos con algo que visitar o contemplar, según aparece en los paneles informativos. Pero, nosotros íbamos a andar y desandar, porque era lo que nos pedía el cuerpo, después de tantos kilómetros de coche.
Como, en ocasiones, las imágenes valen más que las palabras, dejamos las descripciones para la contemplación de las fotos.
Como decimos, la distancia a recorrer, con la ida y vuelta, es de unos catorce kilómetros, con una ligera pendiente media, aunque el camino asciende por escalones, alternando algunos pequeños repechos con tramos totalmente llanos.
Lo previsto era volver al Castro Valnera. Sin embargo, la climatología lo hizo imposible. En el Alto de las Estacas del Trueba, donde pensábamos dejar los coches, llovía y la niebla ocultaba las cumbres. Una cosa es mojarte cuando ya has empezado a caminar y otra mojarte desde antes.
Hicimos asamblea y decidimos continuar, hacia el Sur, camino de Espinosa de Los Monteros, convencidos de que, en esa dirección, íbamos a dejar, si no las nubes, sí la lluvia atrás, y poder hacer un poco de turismo.
En Espinosa, efectivamente, aunque nublado, no llovía y, nuevamente, en asamblea, aceptamos la propuesta de viajar un poco más (bastante) y dirigirnos al Parque Natural De Valderejo, a la garganta del Río Purón, entre los valles de San Zadormil y Tobalina. El viaje resultó un poco largo, pero por lo visto después, mereció la pena.
Partimos de Herrán. Una senda bien conservada y convenientemente indicada, va serpenteando, entre paredes rocosas cortadas a pico y angostos pasos, en algunos tramos, alternando con otros en que el paisaje se abre, ofreciendo amplias campas de chirivitas que, de haber habido sol, hubiesen ofrecido un verdadero espectáculo.
Después de unos siete kilómetros, el recorrido termina en Lalastra, un pueblecito del País Vasco, en un entrante de esta comunidad en la provincia burgalesa, de la que habíamos partido. En Lalastra hay un centro de interpretación (que estaba cerrado) y un estupendo espacio de ocio, perfectamente acondicionado.
Para llegar a Lalastra hemos pasado por diversos puntos, todos con algo que visitar o contemplar, según aparece en los paneles informativos. Pero, nosotros íbamos a andar y desandar, porque era lo que nos pedía el cuerpo, después de tantos kilómetros de coche.
Como, en ocasiones, las imágenes valen más que las palabras, dejamos las descripciones para la contemplación de las fotos.
Como decimos, la distancia a recorrer, con la ida y vuelta, es de unos catorce kilómetros, con una ligera pendiente media, aunque el camino asciende por escalones, alternando algunos pequeños repechos con tramos totalmente llanos.
Esta es la localización de la zona
Y este el esquema de nuestro recorrido
Día nublado pero de intensos verdes
Partimos con ganas de andar, después de la larga sentada en el coche
El camino alterna pista con senda más o menos marcada
¿Serán estos "cárdenos roquedos", como los que describía Machado, hablando de Soria?
El primer estrechamiento del cauce del río forma esta angosta garganta
Por donde el Río Purón se abre camino a codazos
Algunas construcciones facilitan el trasiego de los humanos
Enseguida, el río se remansa y el paisaje se abre
El caminar es cómodo y agradable. La temperatura lo facilita
El lenguaje de los indicadores nos dice que hemos entrado en Euskadi
Uno de tantos "juegos" del agua, a lo largo de la garganta
Nuevamente el camino discurre por zona más abierta
Para llegar a otro de los pasos más espectaculares
Nos recuerda la "garganta divina" del Cares, aunque a escala reducida
De repente, nos asomamos sorprendidos a esta braña que recorremos con verdadero placer
Sin embargo, y súbitamente un corto pero intenso chaparrón (el único del recorrido) nos obliga a ponernos la ropa de agua
Al final de la braña, accedemos a Ribera, una aldea abandonada, donde sólo habitan las ruinas
En Ribera, un cruce de caminos ofrece varias alternativas. Nosotros optamos por seguir hacia Lalastra, adentrándonos, nuevamente, en zona de roquedos y gargantas
A medida que nos acercamos al pueblo, el camino es más "civilizado", encontrando plantaciones de pino, alternando con especies autóctonas
En las cercanías de Lalastra se abre una amplia vega, con ricos pastos, donde se apacienta el ganado
Aunque no llovía, acudimos "por inercia" al refugio de la iglesia del pueblo para comer y descansar
Desde lo alto del roquedo, la Ermita de San Lorenzo, estratégicamente situada, cuida del ganado
El regreso, por el mismo sitio, lo hacemos ligeros y compenetrados como un auténtico grupo de ciclistas escapados