Domingo, 26 de Febrero de 2012.
Bonita ruta.
Estamos cogiendo cariño a esta zona de Cantabria que no habíamos frecuentado hasta ahora.
La marcha prevista contaba con ascender, de una tacada, a El Mazo y la Peña El Moro, en la divisoria con el valle de Carranza y, por lo tanto, con Vizcaya. Son alturas de medio nivel, pero bastante accidentadas, por lo que el aliciente es grande, tanto para andar, como para contemplar panorámicas.
Acometíamos la ascensión desde el Barrio La Pared, poco después de la desviación a las Cuevas de Covalanas y la Pared del Eco, después de pasar Ramales, y ganar altura por curvas y contracurvas de la carretera N - 629.
La ruta arranca por una pista, a la izquierda, nada más pasar un puente sobre el Río Calera. La pista va ascendiendo suavemente y sin pérdida, hasta llegar a una edificación, donde hay una bifurcación. Nosotros cogemos el camino de la izquierda. A partir de ahí, en toda esta primera parte, sólo hay ramales de acceso a varias fincas, que hay que desechar.
Nos adentramos en una zona de bosque hasta llegar a una especie de portilla que hay que franquear. A partir de ahí, el paisaje cambia, se abre, y la pista se convierte en sendero. Nos adentramos en el Valle del Silencio. Este tramo es bastante llano, por descampado, un trecho, y atravesando un encinar, otro. Por el encinar está muy señalizado, así que no hay pérdida.
Saliendo del encinar nos encontramos con la Peña El Moro, a la derecha y El Mazo, al frente. Decidimos acometer, primero, El Mazo, con la idea de, a la vuelta, hacer El Moro.
Con la referencia del repetidor de El Mazo, cogemos un sendero, a la izquierda, que seguimos hasta llegar al borde de una finca estacada que, aparentemente, parecía más cómoda para caminar. Error! Pero, tampoco fue demasiado dificultoso avanzar, aunque nos adentráramos en zona de lapiaz.
Una vez junto al repetidor, comimos, y completamos el ascenso hasta la cumbre, apenas cien metros después.
Para bajar, nos reencontramos con el camino que habíamos abandonado en el ascenso y que nos resultó divertido y llevadero, con sus vericuetos y variantes, hasta llegar, de nuevo a La Torca del Moro. Pero, ¡oh, desgracia nuestra! A esa hora, El Moro estaba cubierto por la niebla en su mitad superior. Consecuencia: pasamos de largo, saludándolo, hasta otra ocasión, desandando el camino recorrido en el ascenso.
En realidad, la distancia recorrida fue la misma, aunque el desnivel acumulado fue menor, al no subir la Peña El Moro. Doce kilómetro y 700 mts. de desnivel.
Bonita ruta.
Estamos cogiendo cariño a esta zona de Cantabria que no habíamos frecuentado hasta ahora.
La marcha prevista contaba con ascender, de una tacada, a El Mazo y la Peña El Moro, en la divisoria con el valle de Carranza y, por lo tanto, con Vizcaya. Son alturas de medio nivel, pero bastante accidentadas, por lo que el aliciente es grande, tanto para andar, como para contemplar panorámicas.
Acometíamos la ascensión desde el Barrio La Pared, poco después de la desviación a las Cuevas de Covalanas y la Pared del Eco, después de pasar Ramales, y ganar altura por curvas y contracurvas de la carretera N - 629.
La ruta arranca por una pista, a la izquierda, nada más pasar un puente sobre el Río Calera. La pista va ascendiendo suavemente y sin pérdida, hasta llegar a una edificación, donde hay una bifurcación. Nosotros cogemos el camino de la izquierda. A partir de ahí, en toda esta primera parte, sólo hay ramales de acceso a varias fincas, que hay que desechar.
Nos adentramos en una zona de bosque hasta llegar a una especie de portilla que hay que franquear. A partir de ahí, el paisaje cambia, se abre, y la pista se convierte en sendero. Nos adentramos en el Valle del Silencio. Este tramo es bastante llano, por descampado, un trecho, y atravesando un encinar, otro. Por el encinar está muy señalizado, así que no hay pérdida.
Saliendo del encinar nos encontramos con la Peña El Moro, a la derecha y El Mazo, al frente. Decidimos acometer, primero, El Mazo, con la idea de, a la vuelta, hacer El Moro.
Con la referencia del repetidor de El Mazo, cogemos un sendero, a la izquierda, que seguimos hasta llegar al borde de una finca estacada que, aparentemente, parecía más cómoda para caminar. Error! Pero, tampoco fue demasiado dificultoso avanzar, aunque nos adentráramos en zona de lapiaz.
Una vez junto al repetidor, comimos, y completamos el ascenso hasta la cumbre, apenas cien metros después.
Para bajar, nos reencontramos con el camino que habíamos abandonado en el ascenso y que nos resultó divertido y llevadero, con sus vericuetos y variantes, hasta llegar, de nuevo a La Torca del Moro. Pero, ¡oh, desgracia nuestra! A esa hora, El Moro estaba cubierto por la niebla en su mitad superior. Consecuencia: pasamos de largo, saludándolo, hasta otra ocasión, desandando el camino recorrido en el ascenso.
En realidad, la distancia recorrida fue la misma, aunque el desnivel acumulado fue menor, al no subir la Peña El Moro. Doce kilómetro y 700 mts. de desnivel.
Esta es la localización de la zona
Y este el esquema de nuestro recorrido
Girando, bruscamente, a la izquierda, según se sube, arranca la pista
Cogemos la desviación a la derecha
Vamos cogiendo altura, dejando, a nuestras espaldas, La Mortera
Llegando a esta edificación, cogemos el camino de la izquierda
Desechamos las desviaciones a izquierda que vamos encontrando y que dan acceso a fincas
La senda se adentra en un encinar
Hasta llegar a esta portilla, que hay que franquear
Desde esta altura divisamos, arrogante, el Pico San Vicente
Y La Mortera, que ha cambiado su fisonomía desde la mirada anterior
El panorama es, ahora, distinto. Nos adentramos en el Valle del Silencio
La ruta está profusamente señalizada
Salimos del encinar y nos topamos con La Torca del Moro, no sin antes atisbar las últimas casas de Guardamino
Y Ramales, entre la bruma
Aparece, por primera vez, la cumbre de El Mazo, con sus antenas, al pie. Cogemos una senda, a la izquierda, subiendo por la canal
En este punto es donde abandonamos el sendero que traíamos, pensando que, al otro lado del estacado, caminaríamos más cómodamente
Después de comer cumplimos con la cumbre, y ya el tiempo empezaba a cambiar
Descenso rápido y entretenido, en medio de la niebla que se hacía más densa, a ratos
Para ese momento, El Moro ya estaba cubierto
Una de tantas torcas, en un terreno de abundantes antiguas minas abandonadas
La luz del fondo hace más sombrío el panorama inmediato
Nos despedimos de El Moro, ¡hasta pronto!
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