Domingo, 9 de Mayo de 2010
Partimos pronto de Aliezo. A las 9 h. No obstante, habíamos dormido allí, a la vuelta de Bejes, del Homenaje a los guerrilleros antifranquistas de la Brigada Machado, celebrado el día anterior, ahorrándonos, por tanto, el viaje de aproximación.
Como todas las salidas desde un pueblo, es importante escoger el camino adecuado, para no alejarnos de la dirección que queremos llevar.
Al principio, de todas las desviaciones que encontramos en el camino que recorre la mies, hemos de escoger las de la derecha. Hasta llegar a Ojedo, en que dos desviaciones a la izquierda nos sitúan en una pista que no abandonaremos hasta llegar a la Ermita de San Tirso. Encontraremos varias desviaciones, pero distinguir cuál es la vía principal es fácil.
Una vez en la campa en que está situada la Ermita, disfrutar, cada vez, se hace más fácil: el panorama, la propia ermita, el refugio que tiene anejo, la campa, el camino de regreso, primero entre pinos, después por bosque autóctono, el alcornocal, el rumor de las riegas…
En el refugio de la ermita tomamos un tentempié y ya no comimos hasta volver a Aliezo, porque la bajada, aunque algo más larga que la subida, se hace con mucha facilidad y se avanza mucho.
En Aliezo, en casa de Los Señas, encendimos la barbacoa y, siguiendo el ritual de estos casos, comimos tranquilamente, aunque pendientes, un poco, del reloj, ya que gente del lugar nos había avisado de la hora en que empezaría a llover. Y, curiosamente, cinco minutos antes de la hora anunciada, las tres de la tarde, caían las primeras gotas, lo cual nos obligó a ponernos a subio y, poco después a iniciar la marcha de regreso a Torrelavega.
Recorrimos, aproximadamente, once kilómetros, y salvamos un desnivel de 450 mts. aunque tuvimos la sensación de haber subido más, quizá porque, a partir de Ojedo, la pendiente, durante la mitad del trayecto hasta la Ermita, es bastante fuerte.
Algún alcornoque, en especial, y una colonia de tritones en un bebedero y, sobre todo, el milenario castaño a la salida de Casillas fueron los hitos más importantes encontrados en nuestro contacto con la naturaleza, amén del panorama general y vistas, sobre todo, del Macizo Oriental de Picos de Europa.
Partimos pronto de Aliezo. A las 9 h. No obstante, habíamos dormido allí, a la vuelta de Bejes, del Homenaje a los guerrilleros antifranquistas de la Brigada Machado, celebrado el día anterior, ahorrándonos, por tanto, el viaje de aproximación.
Como todas las salidas desde un pueblo, es importante escoger el camino adecuado, para no alejarnos de la dirección que queremos llevar.
Al principio, de todas las desviaciones que encontramos en el camino que recorre la mies, hemos de escoger las de la derecha. Hasta llegar a Ojedo, en que dos desviaciones a la izquierda nos sitúan en una pista que no abandonaremos hasta llegar a la Ermita de San Tirso. Encontraremos varias desviaciones, pero distinguir cuál es la vía principal es fácil.
Una vez en la campa en que está situada la Ermita, disfrutar, cada vez, se hace más fácil: el panorama, la propia ermita, el refugio que tiene anejo, la campa, el camino de regreso, primero entre pinos, después por bosque autóctono, el alcornocal, el rumor de las riegas…
En el refugio de la ermita tomamos un tentempié y ya no comimos hasta volver a Aliezo, porque la bajada, aunque algo más larga que la subida, se hace con mucha facilidad y se avanza mucho.
En Aliezo, en casa de Los Señas, encendimos la barbacoa y, siguiendo el ritual de estos casos, comimos tranquilamente, aunque pendientes, un poco, del reloj, ya que gente del lugar nos había avisado de la hora en que empezaría a llover. Y, curiosamente, cinco minutos antes de la hora anunciada, las tres de la tarde, caían las primeras gotas, lo cual nos obligó a ponernos a subio y, poco después a iniciar la marcha de regreso a Torrelavega.
Recorrimos, aproximadamente, once kilómetros, y salvamos un desnivel de 450 mts. aunque tuvimos la sensación de haber subido más, quizá porque, a partir de Ojedo, la pendiente, durante la mitad del trayecto hasta la Ermita, es bastante fuerte.
Algún alcornoque, en especial, y una colonia de tritones en un bebedero y, sobre todo, el milenario castaño a la salida de Casillas fueron los hitos más importantes encontrados en nuestro contacto con la naturaleza, amén del panorama general y vistas, sobre todo, del Macizo Oriental de Picos de Europa.
Esta es la localización de la zona
Y este el esquema de nuestro recorrido
Esta la salida del pueblo
Subiendo por la calleja del pueblo
El primero de varios giros a la derecha
El camino discurre por la mies, flanqueado por prados, viñas, árboles y arbustos
Una muestra de viña experimental, gestionada por el Gobierno de Cantabria
Un bonito ejemplar de alcornoque, aislado, junto a la mies
Con esta curva, a la izquierda, cogemos la vía principal hasta la Ermita
Pasamos por Casillas, una diminuta aldea
Afrontamos las primeras curvas y pendientes
Nos dejamos sorprender por el número uno de los árboles ejemplares de Cantabria. ¡Un castaño de trece metros de cuerda en la base!
Vamos cogiendo altura y el panorama se ensancha. La Peña Ventosa, sobre el Desfiladero
La repoblación forestal con especies no autóctonas fue práctica habitual durante muchos años
En un pequeño bebedero, junto al camino, descubrimos toda una colonia de tritones. Esta pareja la devolvimos religiosamente a su medio, después de fotografiarla
El último cruce de caminos, antes de llegar a la Ermita. Cogemos el que queda a nuestra izquierda
La Ermita de San Tirso. Esta campa acoge una popular y tradicional romería, allá por el mes de agosto
La puerta del refugio anejo
El Macizo Oriental de los Picos de Europa, con Samelar, San Carlos, las Verdianas...
El interior del refugio y nuestro tentempié
Reanudamos la marcha por un camino, entre pinos, que corta, perpendicular, a la izquierda
Salimos del pinar, dejándolo a la izquierda
Llegados a este punto, seguimos por la izquierda. Por la derecha iríamos a Cahecho
Encontramos este bebedero del Servicio de Montes
Seguimos descendiendo
Hasta toparnos con esta indicación
Giramos bruscamente a la izquierda
Buscamos siempre el camino que baja, un tramo con la riega de Llayo a la izquierda y otro a la derecha
Engullidos por la Naturaleza, en la que predominan los innumerables verdes
Llegamos a Llayo
La carretera, que corre, al fondo, la dejamos, siguiendo el antiguo camino Llayo-Aliezo
En cuanto divisamos Aliezo, vamos buscando los ramales que nos llevan en esa dirección
Y alcanzamos nuestra meta, Aliezo.
Una bonita marcha más de las que no se encuentran en el repertorio más vulgarizado.